Cuando despertó, los restos de su última bebida seguían allí. No recordaba nada de la noche anterior. Le dolía la cabeza, pero se sentía tan descansada como si hubiera dormido cien años de un tirón. Se incorporó y avanzó como pudo hasta la cocina. Allí coincidió con un apuesto desconocido que pareció sorprenderse al verla. “¡Princesa, estáis despierta!”, exclamó. El joven se empeñó en convencerla de que llevaba una eternidad dormida; de que, aunque muchos lo habían intentado, nadie había logrado espabilarla. A ella poco le importaban sus cuentos; sólo podía pensar en tostadas y café recién hecho. Mientras saboreaba su desayuno, la noticia de la milagrosa recuperación de la Bella Durmiente, como la habían apodado, corrió rápidamente entre los vecinos. Todos se acercaron a darle la bienvenida. Hubo vítores, risas y bailes durante horas. En algún momento, alguien sacó una botella de ginebra. Tras varios gintonics, ella cayó redonda. Cuando despertó, los restos de su última bebida seguían allí.
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_ _ _ _ E (sustantivo masculino)