Fin de la tercera ronda

Termina otra ronda en el blog y llega de nuevo el momento de los agradecimientos. No podía ser de otra manera. A todos los que habéis tenido la voluntad de acudir a esta cita cada semana, ¡muchísimas gracias! :-)

El blog se toma unas semanas de descanso, pero volverá en breve con la cuarta ronda. Y, con ella, un cambio en las reglas del juego: en esta nueva entrega, los microrrelatos no esconderán palabras entre líneas, sino personajes literarios. El reto, en este caso, será tanto vuestro para descubrirlos como mío para homenajearlos. ¿Cuento con vosotros para esta aventura?

Una vez más, os dejo todos los microrrelatos de la tercera ronda recopilados en un ebook gratis que podéis descargaros, compartir o recomendar libremente.

Por último, toca felicitar al ganador indiscutible de la tercera ronda: por segunda vez consecutiva, ¡felicidades, Palimp! Ahí va tu premio: un microrrelato personalizado. ¡Espero que te guste!

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El cuchitril literario

Al cuchitril literario se llega a través de una librería de viejo. Sólo unos pocos elegidos saben que la entrada se esconde en la estantería más apartada, dentro del tercer libro desde la izquierda del estante más alto. Hay que abrir el libro por el punto indicado y leer en susurros las tres últimas palabras de la página impar. Una vez completado el ritual, que sólo funciona el tercer miércoles de cada mes, los escogidos se esfuman de la librería sin dejar rastro. No tardarán en aparecer en el cuchitril literario. Allí, encontrarán a las musas trabajando incansablemente. Consultando un libro tras otro, escribiendo sin cesar. Alguna de ellas dejará sus labores para atender al visitante. Como buena anfitriona, le ofrecerá té de anís y galletas de canela. Le dará conversación y compartirá con él las historias que inventa. Cuando la visita termine, el elegido reaparecerá en la librería tan misteriosamente como desapareció. Dejará el libro en su lugar y abandonará el local visiblemente feliz, con la cabeza convertida en un hervidero de ideas que pronto plasmará en el papel.

Z o El zoólogo zamorano

Hace tiempo que el zoólogo zamorano dejó de pensar en aquella zagala zalamera a la que regaló un zafiro en Zaragoza. Ahora zanganea entre los zarzales con la mente en estado zen. Anda zarrapastroso, ha perdido un zapato y carga con un zurrón vacío que pide a gritos mil zurcidos. Su rostro zafio tiene el mismo aspecto que una zarzuela de marisco. El zoólogo ya no distingue una zanahoria de un zepelín, pero su instinto le lleva a lanzar un zarpazo con la zurda cuando un zorro se cruza en su camino. Sus reflejos zozobran, y el intento fallido le hace quedar como un zoquete. En su avance zigzagueante, el zamorano no nota la presencia del cazador que le observa a través del zoom. No oye el zumbido de la bala acercándose a su cabeza. No puede zafarse del impacto que, zas, le zarandea un instante y zanja su existencia dejándole el cerebro hecho zumo.

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Z _ _ _ _ (sustantivo masculino)

Descubre la palabra oculta.

Y o Una situación insostenible

El rebaño odiaba a aquel perro pastor. Apenas llevaba un mes en su puesto de trabajo y ya tenía hartas a todas las ovejas. El control férreo que ejercía sobre sus movimientos había empezado a causarles estrés. Ya ni siquiera podían pastar con tranquilidad: si alguna de ellas se alejaba un simple paso de lo que él consideraba el perímetro permitido, la acosaba sin piedad hasta hacerla retroceder. Desconocía la diferencia entre pedir algo con respeto y ladrarlo bruscamente; de hecho, parecía disfrutar al oír los balidos aterrorizados de los corderos más jóvenes. Y como actuaba siempre a escondidas de su amo, las ovejas  no tenían manera de denunciar su actitud. Así que decidieron tener paciencia. Alguna noche, aquel perro tirano sufriría insomnio y tendría que recurrir a ellas para dormirse. Entonces se adueñarían de sus sueños y tomarían venganza.

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Y _ _ _ (sustantivo masculino)

¿Cuál es la palabra entre líneas?

X o Mi media naranja

Yo sólo buscaba a alguien con quien poder hablar de mis años de soledad. Creí que ella me comprendía. Se ganó mi confianza con tanta facilidad que una noche, sin pensarlo, le confesé mi secreto. Saber que yo era un vampiro no la horrorizó; al contrario, eso la acercó más a mí. Cuando me pidió que la convirtiera, no lo dudé. Siempre había soñado con tener un alma gemela a mi lado, así que bebí de su sangre. La pesadilla comenzó cuando ella se empeñó en contar nuestra historia. Nos transformó en personajes de una saga de novelas juveniles que, contra todo pronóstico, llegaron a ser bestsellers. No le bastó con eso: ahora participa en tertulias televisivas, pacta reportajes con las revistas del corazón y me obliga a contestar cortésmente a los paparazzi que aguardan ante nuestra casa. Sí, cometí un error. Debí haber chupado hasta la última gota de su sangre para evitar que ella me desangrara a mí.

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_ X _ _ _ _ _ _ (verbo transitivo)

¿Qué palabra se oculta en este cuento?

W o Día de perros

Una fiesta improvisada le tuvo en vela hasta bien entrada la madrugada. Esta mañana ha abierto los ojos, con resaca y sueño, para descubrir que el despertador no ha sonado a la hora acordada. Ha salido de casa a la carrera. El café que ha comprado con prisas en el bar de la esquina ha acabado derramado en su abrigo. Su coche se ha negado a arrancar, así que ha cargado con su voluminosa maleta de trabajo hasta la estación de autobuses. Intentando recuperar el tiempo perdido, ha aprovechado el trayecto en autobús para maquillarse, lo que ha provocado los cuchicheos de dos ancianas. Cuando ha llegado, con evidente retraso, a su destino, le ha recibido una clienta de ceño fruncido a quien no ha pasado desapercibida la mancha de su abrigo. Ha suplicado cinco minutos, sólo cinco más, para ponerse el uniforme. Una vez listo, ha salido ante su auditorio. En cuanto le han visto aparecer, los niños han estallado en risas y aplausos. El mal humor que arrastraba desde casa se ha esfumado al instante.

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_ _ _ W _ (sustantivo masculino)

La palabra entre líneas es…