R o La vida sigue

Siguen gritando, bailando, corriendo, saltando de árbol en árbol. Siguen siendo libres, despreocupados, salvajes hasta no poder más. Pero algo ha cambiado en los habitantes de la isla imaginaria desde que el niño con traje de lobo regresó a casa. Echan de menos a su pequeño rey. Por eso, de vez en cuando, alguno de ellos desvía la mirada hacia el mar. Creyendo que nadie lo nota, otea el horizonte, con la secreta esperanza de divisar un barquito acercándose a la playa.

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_ _ _ _ _ R _ _ (sustantivo masculino)

¿Adivináis qué palabra inspira el microrrelato?

¡NUEVA META VOLANTE!
Como en la anterior, tendréis que descubrir con qué microrrelato anterior está hermanado este microrrelato. Una vez más, son dos puntos de vista de la misma historia. El primer comentarista que deje escritos el título y el link del microrrelato hermanado, conseguirá 2 puntos extra.

P o Un silencio elocuente

Aquel silencio lo dijo todo. La reina comprendió que ya no importaba cómo respondiera a su pregunta el curioso espejo mágico que acababan de regalarle. Por muchas explicaciones que le diera, nada sería tan elocuente como su titubeo inicial. Cerró los ojos, repentinamente cansada, y lo vio claro. Entendió, por fin, cuánta mentira encerraban las verdades de sus cortesanos. Entonces se preguntó de qué le servía rodearse de aduladores si se sentía tan sola. Para qué quería tantas riquezas si no le hacían sentir menos pobre. Así que se levantó del trono con la cabeza bien alta, aunque no pudo disimular una sonrisa triste. Con gran dignidad, se tomó todo el tiempo del mundo para huir cuanto antes del salón real.

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P _ _ _ _ _ _ _ (sustantivo femenino)

¿Cuál es la palabra entre líneas? Tenéis hasta el jueves para adivinarla.

R o Normas de protocolo

Durante la recepción oficial, a la reina le entraron unas incontrolables ganas de estornudar. Para no atentar contra las normas de protocolo, hizo lo posible por contenerse. Arrugó la nariz, entrecerró los ojos y apretó los labios. Así logró ahogar el estornudo sin que nadie lo notara. O eso creyó ella. Porque el caballero que le presentaba sus respetos en ese momento interpretó sus gestos como una reacción de disgusto ante él. Desconcertado, el joven enrojeció. Para evitar que alguien viera su rubor, bajó la cabeza con rapidez. El bufón, a quien no pasó desapercibida aquella actitud, creyó que el valiente caballero se había puesto nervioso ante la belleza de la reina y sonrió. Desde la primera fila, una de las damas de la corte fue testigo de toda la escena: del mohín de la reina, de la turbación del caballero, de la sorna del bufón. Tras atar cabos, concluyó que la reina rechazaba las propuestas encubiertas del caballero porque prefería los amores del bufón. Entonces abrió los ojos con sorpresa y, sin el menor disimulo, se volvió a la dama de su izquierda para contarle la primicia.

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R _ _ _ _ (sustantivo masculino)

R o El buen samaritano

Visto y no visto. Hace unas horas yo no era más que la hija de un sencillo molinero, pero acabo de convertirme en la mujer que ha dejado boquiabierto al mismísimo rey con mi habilidad para transformar paja en oro. Papá observa el hilo dorado con asombro infinito; resulta irónico, si consideramos que fue él quien me metió en este embrollo con sus fanfarronadas. ¿Realmente esperaba que su hija supiese convertirse en una alquimista de la rueca para complacer al rey? Si no fuera por ese enano generoso que ha aparecido de improviso en la habitación, ahora el rey estaría observando el mismo enorme montón de paja con el que me encerró hace un rato. Y dudo que la broma le hubiera parecido graciosa. Por suerte, el enano se ha ofrecido a trabajar por mí a cambio de un simple collar. Sin perder tiempo, ha saltado a la rueca y, con dedos hábiles, ha transformado hasta la última brizna en oro. Apenas he podido agradecerle su ayuda antes de que se esfumara. Ni siquiera me ha dicho su nombre.

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Este personaje aparece en una colección de cuentos recopilados por dos autores alemanes en el siglo XIX.

R _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _

X o El elemento extraño

Al principio creímos que se trataba de un ardid de la reina blanca: enviar un infiltrado a nuestras filas para desestabilizarnos. Cuando nuestro alfil se deslizó hasta la otra punta del tablero para pedir explicaciones, las piezas blancas juraron no saber nada sobre el asunto. Aquel misterioso cubo pecoso no solo se coló en nuestro territorio; también se empeñó en jugar con nosotros. Nos invitó a hacerle rodar y contarle las pecas, pero no quisimos aceptar sus costumbres extravagantes. Entonces intentó adaptarse a nuestras reglas. Se situó en primera fila, dispuesto a avanzar como un peón más; pero nuestros hombres en vanguardia desconfiaban de su excesiva motivación y le hicieron el vacío. Su presencia acabó por desestabilizarnos a todos, tanto a negros como a blancos. Así que tomamos una determinación conjunta: nuestras cuatro torres rodearon al elemento extraño y lo empujaron fuera del tablero. Haciéndole rodar, como él quería.

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X _ _ _ _ _ _ _ _ (sustantivo femenino)

Adivina qué palabra inspira este cuento.