V o Una nueva aventura

Cada vez que se agitan las hojas de los árboles más cercanos a su nuevo hogar, Dorothy siente mariposas en el estómago. Si la cosa no pasa de ahí, Toto simplemente levanta las orejas durante unos instantes para continuar después con su siesta. Pero si el viento se pone juguetón e incita a las ramas a repiquetear en las ventanas del segundo piso, Dorothy esboza una sonrisa. Su tía levanta la vista de su lectura, intranquila, pero no llega a decir nada. Si la puerta mal cerrada de la cocina se une al juego y golpea con insistencia, Toto se incorpora y empieza a gruñir. Dorothy se acerca a la ventana, nerviosa, justo a tiempo para ver cómo una ráfaga traviesa tumba una silla en el porche. Su tía suelta un “Otra vez no” preocupado, mientras su tío, que sigue con la nariz enterrada entre las páginas del periódico, sentencia que no está dispuesto a comprar una tercera granja. Llegado ese punto, Dorothy cierra los ojos y desea, con todas sus fuerzas, que la aventura comience de nuevo.

*

V _ _ _ _ _ _ _ (sustantivo masculino)

U o Cambio por sorpresa

Los niños están atónitos. No le quitan ojo al extraño ser que se pasea ante la pizarra, retándoles con la mirada en un perturbador plano picado. El profesor de Lengua anodino al que era fácil torearse ha sido sustituido por un hombre enérgico que ha irrumpido en clase con intención de poner los puntos sobre las íes. Parecen la misma persona, pero los alumnos saben que no lo son. El profesor de ayer dejaba languidecer todas sus frases en dubitativos puntos suspensivos; el de hoy remata cada afirmación con un categórico punto y aparte. La clase mantiene una calma incómoda. En el ambiente flota un gran signo interrogativo. Los niños se miran furtivamente, arquean las cejas e intercambian comentarios en voz baja. En la última fila nace el rumor de una abducción alienígena, el primer paso de un malvado plan extraterrestre para suplantar a todos los profesores de Lengua y acabar dominando el mundo. Ignoran que la respuesta se esconde, como un tesoro entre corchetes, en el maletín del profesor: un libro de autoayuda recién estrenado.

*

U _ _ _ _ _ _ (verbo transitivo)

T o Media hora después

Se le fue el santo al cielo. Alguna inexplicable razón hizo que, aquella noche, el lobo feroz remolonease más de la cuenta a pie de página y apareciese en el cuento con media hora de retraso. En el lugar donde solía encontrarse con Caperucita cada noche no había ni rastro de la criatura. Probablemente estaría llegando ya a casa de la Abuelita. El lobo decidió jugárselo todo en un último intento y echar a correr bosque a través para llegar a la casa antes que la niña. Quizás así pudiera reconducir una historia que, aquella noche, olía a fracaso absoluto. Mientras corría, el lobo notó que los árboles se volvían extrañamente borrosos. Él mismo empezó a desdibujarse, lo que le hacía avanzar cada vez con mayor dificultad. Todo se iba haciendo confuso. Agotado de esperar al lobo feroz durante tanto rato, el niño que leía el cuento en su cama noche tras noche cayó finalmente dormido. Entonces lobo, bosque e historia se perdieron en la oscuridad.

*

T _ _ _ _ (adverbio tiempo)

S o Laberinto sin fin

Quieren que recorra el laberinto. Otra vez. Los tres humanos de bata blanca con los que trabaja todavía no parecen satisfechos con los resultados. Revisan los apuntes de sus cuadernos de notas y murmuran algo entre ellos antes de volver a clavar sus miradas en él. Al ratón no le supone ningún esfuerzo repetir el ejercicio: ha recorrido el laberinto tantas veces que sabría encontrar la salida con los ojos cerrados. Pero el experimento dejó de parecerle divertido cuando comprobó que el tamaño de los pedazos de queso con los que le recompensaban era inversamente proporcional a la velocidad a la que cruzaba el laberinto. Harto de que le tomen por tonto, el ratón decide vengarse. Tras remolonear unos segundos, descarta el camino hacia la salida y toma un desvío equivocado. No puede ver a los tres humanos, pero se regodea imaginando sus caras de desaliento al observar cómo avanza, con paso firme, por un callejón sin salida.

*

S _ _ _ _ _ _ _ (verbo transitivo)

R o Normas de protocolo

Durante la recepción oficial, a la reina le entraron unas incontrolables ganas de estornudar. Para no atentar contra las normas de protocolo, hizo lo posible por contenerse. Arrugó la nariz, entrecerró los ojos y apretó los labios. Así logró ahogar el estornudo sin que nadie lo notara. O eso creyó ella. Porque el caballero que le presentaba sus respetos en ese momento interpretó sus gestos como una reacción de disgusto ante él. Desconcertado, el joven enrojeció. Para evitar que alguien viera su rubor, bajó la cabeza con rapidez. El bufón, a quien no pasó desapercibida aquella actitud, creyó que el valiente caballero se había puesto nervioso ante la belleza de la reina y sonrió. Desde la primera fila, una de las damas de la corte fue testigo de toda la escena: del mohín de la reina, de la turbación del caballero, de la sorna del bufón. Tras atar cabos, concluyó que la reina rechazaba las propuestas encubiertas del caballero porque prefería los amores del bufón. Entonces abrió los ojos con sorpresa y, sin el menor disimulo, se volvió a la dama de su izquierda para contarle la primicia.

*

R _ _ _ _ (sustantivo masculino)