Lleva diez años sentándose tras el viejo mostrador de la portería. Cada mañana, a primerísima hora, limpia su mesa de trabajo y dispone sobre ella los periódicos del día perfectamente alineados. Después barre a conciencia la entrada del edificio, para acabar ordenando la correspondencia y colocándola con destreza en los buzones pertinentes. Solo entonces se sienta en su taburete para observar cómo los vecinos abandonan con prisas el edificio. A todos les despide con un “Buenos días” discreto y educado, tanto si pasan ante él sin hacerle caso como si se detienen con el tiempo justo para atrapar algún periódico. Los tiene a todos controlados. Conoce sus nombres y sus horarios, sus aficiones e incluso sus cumpleaños. En cambio, ellos apenas saben nada de él. Ni siquiera reparan en su trabajo impecable. Por eso, una vez al año, coincidiendo con su aniversario, el portero protesta a su manera: desordena los periódicos, deja sin barrer los rincones y cuela expresamente alguna carta en el buzón equivocado.
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Q _ _ _ _ _ _ _ (sustantivo masculino)
La palabra entre líneas es…