U o El pequeño científico

No hizo falta un recuento de votos. Al ver todas las manos alzadas, el pequeño Víctor comprendió que ninguno de sus compañeros defendería su permanencia en la pandilla. Los muy cobardes decían que su último experimento había ido demasiado lejos; algunos se quejaban de sentir todavía hormigueo en los dedos por culpa de la descarga eléctrica. El niño científico abandonó el refugio de la pandilla a regañadientes. “Algún día haré algo grande”, refunfuñaba. “Y ese día, como me llamo Frankenstein, se arrepentirán de haberme expulsado”.

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U _ _ _ _ _ _ _ _ _ (sustantivo femenino)

Tenéis hasta el jueves para intentar descubrir la palabra que inspira el microrrelato.

A o Lecciones de anatomía

Hace años que no dibuja, pero de algo debieron servirle las clases particulares que le obligaron a tomar de niño. Entonces no entendía por qué la anciana que su madre contrató como profesora le hacía estudiar los movimientos de aquel estúpido maniquí de madera. Sentado ante un lápiz afilado, una hoja llena de esbozos y un vaso de leche, contaba los minutos que faltaban para bajar a la calle a jugar a polis y cacos con sus amigos. De aquellas lecciones de anatomía aprendió lo justo para comprender que la pierna del hombre que está dibujando ahora se ha doblado en un ángulo imposible. Pero ese detalle no logra hacerle perder la concentración. Reproduce fielmente la postura adoptada por su modelo. Con trazo firme, sigue rayando el suelo con su tiza hasta completar la figura. Mientras sus compañeros intentan mantener alejados a los primeros curiosos, él se incorpora. Retrocede unos pasos, con cuidado de no pisar la pierna extrañamente doblada del cadáver, y contempla su obra de arte.

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_ _ _ _ _ _ A (sustantivo femenino)

 

¿Cuál es la palabra entre líneas? Tenéis hasta el jueves a las 22:00 (hora del blog) para dejar vuestras respuestas.

X o Razones de peso

Le diría que no había podido acabar los deberes. Que su madre le había obligado a hacer la colada, planchar la ropa o cualquier otra tarea doméstica. O, mejor aún, que sintió un repentino dolor de barriga y tuvieron que salir corriendo a urgencias. ¿Que un centenar de amigos famélicos se había presentado en casa de improviso y toda la familia se vio obligada a cocinar hasta las tantas para saciar su apetito? O quizás que le había retenido un atracador en el supermercado cuando acompañaba a su padre a la compra. ¿Que un león escapado del zoo se había colado en su habitación y no le dejaba acercarse a la mesa de estudio? ¿Que una bruja malvada había convertido en confeti su libreta de apuntes? ¿Que le secuestró una nave alienígena y no le liberó hasta pasada la medianoche? El niño resopló, vencido. Definitivamente, le costaría menos acabar los deberes que encontrar una excusa convincente.

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_ _ _ _ _ X _ _ (sustantivo masculino)

U o Cambio por sorpresa

Los niños están atónitos. No le quitan ojo al extraño ser que se pasea ante la pizarra, retándoles con la mirada en un perturbador plano picado. El profesor de Lengua anodino al que era fácil torearse ha sido sustituido por un hombre enérgico que ha irrumpido en clase con intención de poner los puntos sobre las íes. Parecen la misma persona, pero los alumnos saben que no lo son. El profesor de ayer dejaba languidecer todas sus frases en dubitativos puntos suspensivos; el de hoy remata cada afirmación con un categórico punto y aparte. La clase mantiene una calma incómoda. En el ambiente flota un gran signo interrogativo. Los niños se miran furtivamente, arquean las cejas e intercambian comentarios en voz baja. En la última fila nace el rumor de una abducción alienígena, el primer paso de un malvado plan extraterrestre para suplantar a todos los profesores de Lengua y acabar dominando el mundo. Ignoran que la respuesta se esconde, como un tesoro entre corchetes, en el maletín del profesor: un libro de autoayuda recién estrenado.

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U _ _ _ _ _ _ (verbo transitivo)

I o Abrir los ojos

En otras circunstancias, ser objeto de interés de tres mujeres a la vez podría haberme hecho sentir halagado. Pero entonces yo tenía siete años, aquellas tres mujeres eran mis tías y sus miradas estaban cargadas de reproche. No las culpo: reconozco que aquel garabato negro trazado con prisas bajo mi nariz lucía bastante ridículo. Mis tías preguntaban, a tres voces, qué estúpida inspiración me había llevado a pintarme un bigote con rotulador permanente. Yo no respondía. Prefería aguantar su etiqueta de sobrino idiota que confesarles que Ana me había gastado una broma. No podía explicarles que, durante unos instantes, había creído flotar porque mi mejor amiga me había prometido un beso si cerraba los ojos. Que los había cerrado pero, en vez de notar sus labios rozando mi mejilla, había sentido un cosquilleo frío bajo la nariz. Que, al abrir los ojos, me había topado con la sonrisa maliciosa de Ana y las caras burlonas de los demás niños. Mientras las tres mujeres discutían la mejor fórmula casera para acabar con aquella marca sin arrancarme la piel, yo sólo podía pensar en Ana. No me preocupaba el bigote; sabía que mis tías darían con el remedio para eliminarlo. Pero la traición de mi amiga no se borraría por mucho que el tiempo frotara mi alma.

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I _ _ _ _ _ _ _ _ (adjetivo)