Nadie se esforzaba más que aquellos personajes en aparentar lo que no eran. Ante el narrador, dondequiera que estuviera, se mostraban dóciles y serviciales. «Partid”, decía él, y ellos viajaban tan lejos como hiciese falta. “Luchad”, pedía él, y ellos se entregaban a la batalla en cuerpo y alma. “Morid”, ordenaba, y ellos morían sin rechistar; aunque no estuvieran de acuerdo. Fue precisamente esa disparidad de criterios lo que les decidió a planear su rebelión. Celebraban sus reuniones secretas cada vez que el narrador se entretenía con alguna subtrama de la historia. Poco a poco, fueron urdiendo un plan infalible para acabar con aquella tiranía literaria. En su escondite, se vanagloriaban de no haber dejado un solo cabo suelto. Pero ninguna conspiración permanece oculta durante mucho tiempo ante alguien que lo sabe todo, lo ve todo, lo determina todo. Y la venganza de un narrador ofendido, sobre todo si se aproxima el final de una novela épica, puede ser antológica.
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O _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ (adjetivo)
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