El niño vuelve a observar el reloj de la pared. Apenas han pasado cinco minutos desde la última vez, aunque hubiera jurado que lo miró hace horas. Resistir le está costando más de lo que imaginaba; pero ha tomado una decisión y piensa mantenerse firme en su postura. Lo peor de la espera es no saber cuánto va a durar. Porque mamá no ha puesto hora límite a su ultimátum: amenaza con retenerle allí hasta que cumpla con su deber. Él confiaba en que, si aguantaba lo suficiente, mamá acabaría cediendo de puro cansancio. Pero los minutos pasan y ella no se rinde. Esa paciencia infinita y las miradas intimidatorias que le lanza al pasar junto a él empiezan a hacer mella en su voluntad. Pero lo que más le mortifica es el crujir de sus tripas traicioneras, que llevan rato reclamando alimento. El niño suspira, vencido. Mira el plato, que ha dejado de humear. Toma la cuchara y, resignado, ataca las lentejas.
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C _ _ _ _ _ _ _ _ (verbo intransitivo)