C o La paciencia infinita

El niño vuelve a observar el reloj de la pared. Apenas han pasado cinco minutos desde la última vez, aunque hubiera jurado que lo miró hace horas. Resistir le está costando más de lo que imaginaba; pero ha tomado una decisión y piensa mantenerse firme en su postura. Lo peor de la espera es no saber cuánto va a durar. Porque mamá no ha puesto hora límite a su ultimátum: amenaza con retenerle allí hasta que cumpla con su deber. Él confiaba en que, si aguantaba lo suficiente, mamá acabaría cediendo de puro cansancio. Pero los minutos pasan y ella no se rinde. Esa paciencia infinita y las miradas intimidatorias que le lanza al pasar junto a él empiezan a hacer mella en su voluntad. Pero lo que más le mortifica es el crujir de sus tripas traicioneras, que llevan rato reclamando alimento. El niño suspira, vencido. Mira el plato, que ha dejado de humear. Toma la cuchara y, resignado, ataca las lentejas.

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C _ _ _ _ _ _ _ _ (verbo intransitivo)

V o Mi paraíso privado

Y cuando ya había asumido que pasaría solo el resto de mis días, apareció él. Sigo emocionándome cada vez que recuerdo nuestro primer encuentro. Irrumpió en mi vida como un tornado; me pilló por sorpresa, pero no dudé en darle cobijo. Le abrí las puertas de mi hogar y le ofrecí cuanto tenía sin reservas. Me gustó encontrar a alguien con quien poder compartir mi trocito de paraíso privado. Nuestra convivencia fue como la seda desde el principio. Le pusimos tanto empeño que no nos frenaron ni los problemas de comunicación. Nos bastaba un gesto o una mirada, un simple sí o no, para entendernos. Pero todo ha cambiado últimamente. Ceo que la rutina en esta isla remota nos está perjudicando. Ya no me dedica esas sonrisas francas, refunfuña a todas horas y me mira con reproche si le encargo alguna tarea doméstica. Incluso ha dejado de llamarme amo con el cariño con el que solía decirlo antes. Y yo, harto de sus malas caras, me pregunto a menudo si no me hubiera ido mejor siguiendo solo.

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Este personaje aparece en una novela del siglo XVIII de autor inglés.

V _ _ _ _ _ _

J o Mi nueva vida

Muy bien, de hoy no pasa. Voy a cambiar de vida, y esta vez lo digo en serio. Lo de anoche fue la gota que colmó el vaso. Cómo tuvo la desfachatez de dejarme plantada. Tenerme toda la noche en casa, pendiente de un teléfono que nunca sonó, para acabar humillantemente dormida en el sofá ante una mala película y un cenicero rebosante de colillas. El primer paso hacia mi nueva vida será dejar de fumar. Desde ya: lo dejo oficialmente en este preciso momento. El segundo paso, renunciar a los hombres tóxicos. Se acabaron los perdedores, los casados, los inmaduros que rompen su promesa de llamarte en la primera noche. Tercer paso, obtener un trabajo decente. Voy a demostrarles a todos cuánto valgo. Me reiré en sus caras desde la cima del éxito. Sí, señor, hoy mismo empieza mi nueva vida. O mejor mañana. Ahora necesito un cigarrillo para planificar mi futuro con calma.

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Este personaje protagoniza una novela del siglo XX de autora inglesa.

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D o Un sueño incómodo

Abrió los ojos, y al momento le invadió la sensación de haber dejado atrás un sueño incómodo. Se desperezó con calma y sonrió. Quiso quedarse todavía un rato más entre las sábanas, saboreando aquella sensación de alivio, pero las voces que llegaban desde el exterior llamaron su atención. Se levantó de la cama y se acercó a la ventana. En cuanto vio el corro de vecinos asombrados que se había formado ante su casa, supo que no lo había soñado. Desvió la mirada hacia la parcela de jardín que quedaba bajo su ventana, y allí estaba él. Sentado entre sus rosales. No parecía haberse movido del lugar en toda la noche. De nada habían servido los gritos pidiéndole que la dejara en paz ni el portazo en las narices. Allí seguía, cabizbajo, esperando pacientemente. Pero ella no cedería. No pensaba volver a perdonarle sus modales groseros. Ni que hubiera pisoteado sus rosales. Ni mucho menos que la hubiera puesto en evidencia ante los vecinos. A ver cómo les explicaba ella ahora la presencia de aquel animal en su jardín.

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Este personaje aparece en un cuento del siglo XX de autor guatemalteco.

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B o Ante la ventana

Apoya la cabeza en el cristal de la ventana y mira al exterior. Su vista vaga por el jardín, pero su mente viaja mucho más lejos. Piensa en París. Sueña con París. Se imagina entre duquesas, vizcondes y actrices; anhela ser una de esas damas que lucen sus mejores vestidos en los alegres bailes de la ciudad. Daría cualquier cosa por abandonar esa casa triste y escapar de la vida rural que tanto la aburre. Ya ni siquiera la consuela tocar el piano o dibujar. Lo único que la anima es pensar que en cualquier momento podría suceder algo distinto. Una visita inesperada, por ejemplo. Alguien que, como en las novelas románticas, se la lleve lejos de allí. Alguien que le muestre el mundo, que le descubra la pasión, que comparta con ella puestas de sol a orillas del mar… Oye pasos a su espalda: su marido ha regresado de visitar al último paciente. Se aleja de la ventana para volver a la realidad. Lamenta, una vez más, haberse casado.

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Este personaje protagoniza una novela del siglo XIX de autor francés.

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