Z o Mañana de julio

Despierta. Abre los ojos y vuelve a cerrarlos. Deja escapar un profundo suspiro. Cambia de postura entre las sábanas. Se rinde al sueño un par de horas más. Despierta de nuevo. Remolonea durante unos minutos, indeciso, antes de levantarse. Arrastra los pies hasta la cocina. Se sirve un café frío. Se sienta a la mesa. Repasa, desganado, los nuevos mensajes de su smartphone. Enciende la radio. La escucha sin prestar atención. Dibuja, con un dedo aburrido, círculos imaginarios sobre el mantel. Apura el café. Hace callar a la radio antes de salir de la cocina en busca del sofá. Enciende la televisión. La mirar sin verla. La apaga. Coge de la mesita un libro a medio leer. Procesa apenas un par de líneas antes de sentir los ojos pesados. Cierra el libro. Se acomoda en el sofá. Deja vagar la mente. Cae rendido al sopor.

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Z _ _ _ _ _ _ _ _ (verbo intransitivo)

V o Una nueva aventura

Cada vez que se agitan las hojas de los árboles más cercanos a su nuevo hogar, Dorothy siente mariposas en el estómago. Si la cosa no pasa de ahí, Toto simplemente levanta las orejas durante unos instantes para continuar después con su siesta. Pero si el viento se pone juguetón e incita a las ramas a repiquetear en las ventanas del segundo piso, Dorothy esboza una sonrisa. Su tía levanta la vista de su lectura, intranquila, pero no llega a decir nada. Si la puerta mal cerrada de la cocina se une al juego y golpea con insistencia, Toto se incorpora y empieza a gruñir. Dorothy se acerca a la ventana, nerviosa, justo a tiempo para ver cómo una ráfaga traviesa tumba una silla en el porche. Su tía suelta un “Otra vez no” preocupado, mientras su tío, que sigue con la nariz enterrada entre las páginas del periódico, sentencia que no está dispuesto a comprar una tercera granja. Llegado ese punto, Dorothy cierra los ojos y desea, con todas sus fuerzas, que la aventura comience de nuevo.

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V _ _ _ _ _ _ _ (sustantivo masculino)

Ñ o Tardes de espera

La ve salir de la habitación con prisas. Esta tarde tampoco le ha lanzado un beso desde la puerta a modo de despedida, como solía hacer antes. Ni siquiera se ha dignado a mirarle: hace tiempo que dejó de ser visible para ella. Cuando Irene empezó a cambiar, él intuyó que la acabaría perdiendo tarde o temprano. Como no estaba en posición de impedirlo, dejó que ella se distanciara cada vez más. Al principio, Irene le ponía excusas para salir sin él; con los meses, dejó de disimular las ganas de dejarle atrás. Ahora, durante las interminables tardes que pasa solo en la habitación, se refugia en los recuerdos: las risas compartidas, las confidencias nocturnas, los sueños que vivieron juntos. Mientras espera el regreso de Irene, se consuela pensando que, por mucho que el tiempo la obligue a crecer, no le quitará el privilegio de haber sido su peluche favorito.

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_ Ñ _ _ _ _ (verbo transitivo)

G o La larga espera

Veinte años esperando a que Ulises volviera de Troya. Veinte años sacrificándose como esposa sufrida. Gobernando la casa en solitario. Batallando con un hijo en plena adolescencia que pagaba con rebeldía la ausencia de su padre. Soportando a huéspedes inoportunos sin intención de marcharse. Sonriendo falsamente ante los cumplidos de pretendientes ambiciosos que la miraban con lujuria. Aguantando sin rechistar las pullitas de amigas envidiosas o, peor aún, de las que la compadecían por su triste situación. Trabajando sin ilusión en un tejido que no pretendía acabar. Robándole horas al sueño para destejerlo. Durmiendo, las pocas horas que le quedaban tras destejer, sin compañía, en una cama demasiado grande y demasiado fría. Acostumbrándose a convivir con la soledad. Veinte años esperando, sin desfallecer, el regreso de su esposo. Para que luego Ulises apareciese como si nada y, sin darle importancia al asunto, resumiera su odisea con un simple “Estuvo bien”.

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G _ _ _ _ _ _ _ (sustantivo masculino)

D o Después del desastre

Ya no se sonríen con descaro. Apenas añoran ver destellar el deseo en la mirada del otro cuando se desvisten. Ya no desafían juntos al destino, ni buscan desconectar del mundo para perderse en su desorden privado. Llegan a deshora a los mismos lugares, o toman desvíos opuestos que les conducen sin remedio al desencuentro. Sus desayunos se han vuelto descafeinados. Se despiden con desgana en el descansillo, soñando con encontrar algún desahogo en sus respectivos despachos. Desconfían el uno del otro. Se abandonan a la desidia. A veces se tratan con desdén. Han descubierto que el príncipe azul destiñe; que la princesa ya no deslumbra. Pronto decidirán desterrarse mutuamente de sus reinos particulares, encerrarse en sus burbujas desiertas y desoladoras. Se desmoronarán, gritarán hasta desgañitarse, dejarán olvidados en el desván los buenos recuerdos. El tiempo, desesperante, pasará despacio para ambos. Después desinfectarán sus heridas, desempolvarán su mejor sonrisa y volverán a deshojar margaritas.

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D _ _ _ _ _ _ (sustantivo masculino)