Búscale la parte positiva, se dice, mientras sigue talando. El amor era una lata. No podías pensar en otra cosa que no fuera aquella chica, ni siquiera estando en el trabajo: ya no corres el riesgo de sufrir un accidente laboral. Te has librado del cosquilleo molesto en la boca del estómago, de esa ansiedad que te impedía comer y te robaba el sueño. No tendrás que vivir de nuevo la humillante sensación que te causaban la respiración incontrolada, las mejillas encendidas y ese trabarse las palabras cuando intentabas hablar con ella. Ya no perderás la noción del tiempo cada vez que la mires a los ojos, ni te dominará más el ridículo deseo de querer pasar la eternidad a su lado. La parte positiva es que ni esa chica ni ninguna otra podrán robarte el corazón nunca más. El hombre asesta otro tajo al tronco consciente de que ese falso autoconsuelo no le devolverá la felicidad. Aunque no le importa: tampoco es capaz de entristecerse y lamentarlo.
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Este personaje aparece en una novela del siglo XIX de autor estadounidense.
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