Fin de la cuarta ronda

Llegó el final de la ronda alfabética, y una vez más toca dar las gracias a todos los que habéis aguantado, incansables, entrega tras entrega.

Después de una edición especial (y, reconozcámoslo, más complicada, tanto para mí al escribir los microrrelatos como para vosotros al encontrar la solución) dedicada a los personajes literarios, el blog se toma vacaciones por unas semanas. Volverá en breve con una quinta ronda que recuperará la dinámica habitual: encontrar palabras ocultas.

Como es tradición, os dejo un ebook gratuito en el que he recopilado los microrrelatos de la cuarta ronda. Podéis releerlos o compartirlos con quien os apetezca.

Sólo falta felicitar a Rebeca, ganadora indiscutible de esta ronda. ¡Enhorabuena! Y hacerle entrega de su premio virtual: un microrrelato dedicado especialmente a ella. Intenta ser un homenaje a toda esa gente que, a base de pequeños gestos, intenta cambiar el mundo para volverlo más sostenible. ¡Que lo disfrutes, niña! :-)

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El efecto mariposa

Mira a su alrededor y todo es gris. No se ve luz, no se oyen risas, no queda esperanza. El mundo está adormecido, pero ella se niega a rendirse al letargo. Intenta mover las alas. Su gesto tímido, casi imperceptible, logra mecer sutilmente la hierba. Entonces, animada por un repentino optimismo, bate las alas sin complejos, y su acción provoca una brisa que agita las ramas más bajas de los árboles. Un suave tono verde empieza a teñir las hojas. Envalentonada ahora, decide aletear con más fuerza. Consigue elevarse. Vuela. Y su vuelo genera una ráfaga tan intensa que lo sacude todo hasta desperezarlo. Vuelven los colores, las risas, la luz. El mundo vibra con energías renovadas.

Z o El rito diario

Cada tarde, a eso de las tres, abandona su escondite para salir a campo abierto. Se sienta en lo alto de la pradera, desde donde tiene la mejor vista, y deja pasar los minutos. Durante la primera media hora, espera con una mezcla de impaciencia y entusiasmo. A medida que avanza la segunda media hora, la decepción va ganando terreno. Pasadas las cuatro, cuando no le queda más remedio que admitir que su amigo tampoco aparecerá ese día, se rinde a la tristeza. Desvía la mirada hacia los campos de trigo y suspira, nostálgico. Entonces cierra los ojos para verlo todo mejor. Agudiza el oído para escuchar cómo juega el viento entre las espigas, meciéndolas, e imagina que la brisa acaricia los mechones dorados de su amigo. Con los ojos aún cerrados, sonríe. Sabe que, por muy lejos que haya ido, el niño de otro planeta sigue a su lado.

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Este personaje aparece en una novela del siglo XX de autor francés.

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Y o Cara y cruz

Cruz sale a la calle con ganas de gresca. Nadie se salva de sus maldades: asusta a los niños, increpa a las ancianas, pisa la cola a los gatos, tira piedras a las ventanas. Avanza erguido, luciendo la confianza chulesca del que sabe que sus actos quedarán impunes. No le preocupan los reproches de los vecinos; ignora sus miradas de desprecio. Si alguno le pide explicaciones por sus acciones, suelta una carcajada. Se encoge de hombros y, sin detenerse siquiera, señala la pequeña puerta del callejón. Al otro lado de la puerta, Cara extiende cheques para pagar cristales rotos, acaricia a gatos heridos, se disculpa ante ancianas disgustadas, consuela a niños asustados. Hace gala de su exquisita educación para apaciguar los ánimos de los vecinos. Y reza para que nadie descubra que él y Cruz son los rostros de una misma moneda.

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Este personaje aparece en una novela del siglo XIX de autor escocés. El nombre a descubrir está en el idioma original.

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X o Una mentira inocente

Confieso que llevo años engañando a la aldea. Mi farsa involuntaria comenzó el día en que un vecino me visitó con un problema menor. Me pilló con poca inspiración y menos ganas de trabajar, así que salí del paso con lo primero que encontré: un poco de caldo de la cena, un par de ingredientes tomados al azar de mi despensa y, voilà, ya tenía el remedio perfecto. Le aseguré que aquel brebaje le daría fuerza suficiente para enfrentarse a cualquier problema. Me refería a fuerza moral, pero mi vecino no lo interpretó bien: explicó en la aldea que yo había inventado una pócima mágica que otorgaba poderes sobrenaturales. Desde entonces, decenas de vecinos hacen cola ante mi casa a diario para adquirir mi remedio. Y deben de creer que funciona, porque siempre vuelven a por más. A mí me sabe mal quitarles la ilusión. Menuda decepción les causaría ahora descubrir que no les vendo poderes sobrenaturales, sino un simple sorbito de sopa de pollo para calentar su autoestima.

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Este personaje aparece en varias historietas del siglo XX de autor francés.

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W o Cinco niños afortunados

Lleva tanto esperando este momento que casi no puede creer que haya llegado: sus cinco invitados de lujo esperan tras la puerta. Oye sus voces infantiles y se pregunta qué aspecto tendrán. Para saciar su curiosidad, abre la mirilla con cuidado y espía. Ahí están los cinco niños. Parecen excitados, aunque probablemente no lo estén tanto como él: los nervios le han tenido en vela media noche, meditando qué traje ponerse para la cita. Quiere causar la mejor impresión. Sabe que sus invitados ansían conocerle y no quiere defraudar sus expectativas. Al fin y al cabo, va a mostrarles sus dominios. Va a desvelarles sus secretos más dulces. Y espera regalarles un día que difícilmente puedan olvidar. Ya llaman a la puerta. Él se alisa el traje hasta dejarlo impecable, dibuja la sonrisa tantas veces ensayada y abre la fábrica.

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Este personaje aparece en un par de obras del siglo XX de autor británico.

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