X o Ante la butaca

Hace semanas que el abuelo murió, pero el perro sigue estirándose ante la butaca de su difunto amo. Por más que el resto de la familia intente atraerlo con halagos, pelotas o promesas de largos paseos por el parque, el perro siempre vuelve a su ubicación estratégica. La familia, conmovida al ver cuánto añora el pobre animal a su amo, acaba rindiéndose y dejándolo tranquilo. Es entonces cuando el perro puede disfrutar con calma de las caricias del fantasma del abuelo, a quien nadie más ve.

*

_ X _ _ _ _ _ _ (verbo transitivo)

Y la palabra oculta es… Tenéis hasta el jueves para adivinarlo.

V o Sólo un instante

Alicia titubeó. No sabía si acercarse al conejo blanco que -podía jurarlo- acababa de guiñarle un ojo o permanecer sentada en la butaca, junto a su hermana. Dudó sólo un instante. Cuando por fin reaccionó, el mago ya había hecho desaparecer al animal dentro de su chistera.

*

V _ _ _ _ _ _ (verbo intransitivo)

¿Cuál es la palabra entre líneas? Dejad vuestros comentarios hasta el jueves a las 22:00.

T o Media hora después

Se le fue el santo al cielo. Alguna inexplicable razón hizo que, aquella noche, el lobo feroz remolonease más de la cuenta a pie de página y apareciese en el cuento con media hora de retraso. En el lugar donde solía encontrarse con Caperucita cada noche no había ni rastro de la criatura. Probablemente estaría llegando ya a casa de la Abuelita. El lobo decidió jugárselo todo en un último intento y echar a correr bosque a través para llegar a la casa antes que la niña. Quizás así pudiera reconducir una historia que, aquella noche, olía a fracaso absoluto. Mientras corría, el lobo notó que los árboles se volvían extrañamente borrosos. Él mismo empezó a desdibujarse, lo que le hacía avanzar cada vez con mayor dificultad. Todo se iba haciendo confuso. Agotado de esperar al lobo feroz durante tanto rato, el niño que leía el cuento en su cama noche tras noche cayó finalmente dormido. Entonces lobo, bosque e historia se perdieron en la oscuridad.

*

T _ _ _ _ (adverbio tiempo)

S o Laberinto sin fin

Quieren que recorra el laberinto. Otra vez. Los tres humanos de bata blanca con los que trabaja todavía no parecen satisfechos con los resultados. Revisan los apuntes de sus cuadernos de notas y murmuran algo entre ellos antes de volver a clavar sus miradas en él. Al ratón no le supone ningún esfuerzo repetir el ejercicio: ha recorrido el laberinto tantas veces que sabría encontrar la salida con los ojos cerrados. Pero el experimento dejó de parecerle divertido cuando comprobó que el tamaño de los pedazos de queso con los que le recompensaban era inversamente proporcional a la velocidad a la que cruzaba el laberinto. Harto de que le tomen por tonto, el ratón decide vengarse. Tras remolonear unos segundos, descarta el camino hacia la salida y toma un desvío equivocado. No puede ver a los tres humanos, pero se regodea imaginando sus caras de desaliento al observar cómo avanza, con paso firme, por un callejón sin salida.

*

S _ _ _ _ _ _ _ (verbo transitivo)

P o Hora de comer

Abre un ojo, sólo uno, sin muchas ganas. Alza la cabeza con la máxima lentitud posible y mira hacia las hojas de la rama más cercana. Tras meditarlo durante unos segundos, admite que tiene hambre. Entonces reflexiona mejor, esta vez sin apresurarse: si quiere comer, tendrá que incorporarse y desplazarse con fatiga por la rama, ayudándose de sus garras, hasta llegar al alimento. Sólo de pensar en el esfuerzo de masticar trabajosamente esas hojas acaba agotado. Así que resuelve que no tiene tanta hambre. Lentamente vuelve a bajar la cabeza y, sin perder la sonrisa beatífica, cierra el ojo que le conecta al mundo. Se queda dormido, dejando al narrador que le observa sin argumentos para terminar este cuento.

*

P _ _ _ _ _ _ _ (adjetivo masculino)