R o Normas de protocolo

Durante la recepción oficial, a la reina le entraron unas incontrolables ganas de estornudar. Para no atentar contra las normas de protocolo, hizo lo posible por contenerse. Arrugó la nariz, entrecerró los ojos y apretó los labios. Así logró ahogar el estornudo sin que nadie lo notara. O eso creyó ella. Porque el caballero que le presentaba sus respetos en ese momento interpretó sus gestos como una reacción de disgusto ante él. Desconcertado, el joven enrojeció. Para evitar que alguien viera su rubor, bajó la cabeza con rapidez. El bufón, a quien no pasó desapercibida aquella actitud, creyó que el valiente caballero se había puesto nervioso ante la belleza de la reina y sonrió. Desde la primera fila, una de las damas de la corte fue testigo de toda la escena: del mohín de la reina, de la turbación del caballero, de la sorna del bufón. Tras atar cabos, concluyó que la reina rechazaba las propuestas encubiertas del caballero porque prefería los amores del bufón. Entonces abrió los ojos con sorpresa y, sin el menor disimulo, se volvió a la dama de su izquierda para contarle la primicia.

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R _ _ _ _ (sustantivo masculino)

Q o No hay dolor

Tras años de preparación física y meditación con los mejores maestros, podía presumir de saber llevar su resistencia hasta límites insospechados. Acostarse sobre una cama de clavos le incomodaba tan poco como dormir sobre un colchón de plumas de ganso. Caminar sobre brasas le resultaba tan reconfortante como calzarse unos calcetines gordos cuando el invierno hiela los pies. Tragar un cristal troceado le acariciaba la garganta con la misma suavidad que un granizado de limón para calmar la sed veraniega. Desde que comprendió que el dolor era una simple trampa de su mente, había logrado dominarlo de tal manera que ahora incluso lo encontraba placentero. En el circo, todos admiraban su valentía, desde la ayudante del mago al director de pista. El público se rendía ante él cada tarde y premiaba sus actuaciones con ovaciones interminables. Pero aquella situación era nueva para él. Ninguno de sus maestros le había advertido del dolor que sentiría su corazón quebrado al descubrir que la trapecista le engañaba con el payaso llorón.

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_ _ Q _ _ _  (sustantivo masculino)

P o Hora de comer

Abre un ojo, sólo uno, sin muchas ganas. Alza la cabeza con la máxima lentitud posible y mira hacia las hojas de la rama más cercana. Tras meditarlo durante unos segundos, admite que tiene hambre. Entonces reflexiona mejor, esta vez sin apresurarse: si quiere comer, tendrá que incorporarse y desplazarse con fatiga por la rama, ayudándose de sus garras, hasta llegar al alimento. Sólo de pensar en el esfuerzo de masticar trabajosamente esas hojas acaba agotado. Así que resuelve que no tiene tanta hambre. Lentamente vuelve a bajar la cabeza y, sin perder la sonrisa beatífica, cierra el ojo que le conecta al mundo. Se queda dormido, dejando al narrador que le observa sin argumentos para terminar este cuento.

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P _ _ _ _ _ _ _ (adjetivo masculino)

S o Una buena excusa

Oigo sus voces al otro lado de la puerta. Han dejado de verme como uno más de la familia, así que ya no se preocupan de bajar la voz cuando discuten por mí. Creen que no soy capaz de entenderles, pero puedo hacerlo. Y me entristece oír cómo me desprecia papá. Y sufro al oír el llanto de mamá. Y me emociona oír las palabras conciliadoras de mi hermana y sus pasos hacia mi habitación. Me escondo bajo el sofá antes de que abra la puerta. Prefiero que no me vea con este aspecto, y sé que ella agradece no tener que verme así. Me gustaría dejar mi escondite y explicarle que yo no quería nada de esto. Simplemente pedí poder quedarme en cama una mañana. No sé por qué al escritor se le ocurrió que la mejor excusa para ausentarme del trabajo era transformarme en un bicho repulsivo, en vez de adjudicarme un resfriado o un ataque de apendicitis. Si por lo menos me hubiera convertido en gato siamés, ahora podría pasar las noches cómodamente sentado en el regazo de mamá.

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Este personaje protagoniza un relato del siglo XX de autor checo. El nombre a descubrir está en el idioma original.

_ _ _ _ _ _   S _ _ _ _

R o El buen samaritano

Visto y no visto. Hace unas horas yo no era más que la hija de un sencillo molinero, pero acabo de convertirme en la mujer que ha dejado boquiabierto al mismísimo rey con mi habilidad para transformar paja en oro. Papá observa el hilo dorado con asombro infinito; resulta irónico, si consideramos que fue él quien me metió en este embrollo con sus fanfarronadas. ¿Realmente esperaba que su hija supiese convertirse en una alquimista de la rueca para complacer al rey? Si no fuera por ese enano generoso que ha aparecido de improviso en la habitación, ahora el rey estaría observando el mismo enorme montón de paja con el que me encerró hace un rato. Y dudo que la broma le hubiera parecido graciosa. Por suerte, el enano se ha ofrecido a trabajar por mí a cambio de un simple collar. Sin perder tiempo, ha saltado a la rueca y, con dedos hábiles, ha transformado hasta la última brizna en oro. Apenas he podido agradecerle su ayuda antes de que se esfumara. Ni siquiera me ha dicho su nombre.

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Este personaje aparece en una colección de cuentos recopilados por dos autores alemanes en el siglo XIX.

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