Z o Lejos de casa

Huyen. Dejaron atrás su casa y llevan días, horas, semanas huyendo. El camino no les da tregua, aunque ellos siguen adelante. Buscan un futuro digno. Apenas les quedan fuerzas, pero les guía la esperanza; o quizás ya sólo les mueva la desesperación. En estos momentos, cuando más cerca están de su destino, es cuando más lejana les parece su meta. Esperaban manos amigas, pero han encontrado barreras que les impiden el paso. La gente curiosa no interactúa con ellos: les observa, impasible, y retransmite su miseria, como si no vivieran en la misma realidad. Ella es la única que interviene. Su movimiento es rápido y sutil, pero lo suficientemente efectivo como para hacerles perder el equilibrio. Caen al suelo. Cuando se vuelven en busca de un porqué, sólo encuentran la fría mirada de un objetivo.

*

Z _ _ _ _ _ _ _ _ _ (sustantivo femenino)

¡Última palabra entre líneas! ¿Sabéis de cuál se trata? Respuestas, hasta el jueves.

6 pensamientos en “Z o Lejos de casa

  1. No te equivocas, no, Palimp… La respuesta correcta es zancadilla. ¡Punto para los dos!

    ¡La ronda está a punto de acabar! Dejaremos hasta el domingo por si alguien quiere publicar algún microcuento más. A partir del lunes, el Ranking Palabrero quedará cerrado para hacer el recuento final.

  2. Aunque ya tengamos ganador dejo un cuento, inspirado en hechos reales:

    Empezó llevándole la contraria en las reuniones de vecinos. Él, apocado, callaba. Envalentonado pasó a incordios menores en la convivencia, groserías, pequeñas infamias que volvieron su vida imposible. Empezó a dormir mal y a temer el momento de volver a casa. Llegaba al trabajo ojeroso y sin afeitar. Su jefe, que lo apreciaba, lo envió a un psicólogo amigo suyo. ‘El mejor de la ciudad’, le dijo. En la seguridad de la consulta lo fue contando todo: la música alta, los insectos en el buzón, el empujón que casi le hace caer por las escaleras. Las sesiones le aliviaban, pero era incapaz de obedecer al psicólogo y enfrentarse al matón. Le dio la baja: ‘Tómese unas vacaciones, váyase de la ciudad, desconecte, a la vuelta probaremos algo distinto’. Al regresar le dieron la noticia: su vecino había sufrido un accidente, un caso de atropello y fuga. Lo habían enterrado dos días antes. En la primera sesión confesó que se sentía aliviado, y un mes después le daban el alta. El psicólogo estaba contento; siempre hacía todo lo posible para curar a sus pacientes. Incluso, si era necesario, abollar un poco el coche.

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