Se le fue el santo al cielo. Alguna inexplicable razón hizo que, aquella noche, el lobo feroz remolonease más de la cuenta a pie de página y apareciese en el cuento con media hora de retraso. En el lugar donde solía encontrarse con Caperucita cada noche no había ni rastro de la criatura. Probablemente estaría llegando ya a casa de la Abuelita. El lobo decidió jugárselo todo en un último intento y echar a correr bosque a través para llegar a la casa antes que la niña. Quizás así pudiera reconducir una historia que, aquella noche, olía a fracaso absoluto. Mientras corría, el lobo notó que los árboles se volvían extrañamente borrosos. Él mismo empezó a desdibujarse, lo que le hacía avanzar cada vez con mayor dificultad. Todo se iba haciendo confuso. Agotado de esperar al lobo feroz durante tanto rato, el niño que leía el cuento en su cama noche tras noche cayó finalmente dormido. Entonces lobo, bosque e historia se perdieron en la oscuridad.
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T _ _ _ _ (adverbio tiempo)
¿Tarde?
¡Exacto, Rebeca! :-) La palabra entre líneas de esta semana es tarde. ¿Os atrevéis con alguna historia de vuestra cosecha inspirada en esa palabra?