K o Un día insólito

“Recógeme a las nueve”, le respondió Marilyn. Aunque él no recordaba haber dirigido la palabra a la caniche, ni mucho menos haber acordado una cita con ella. Desconcertado, bajó la mirada para ocultar su sonrojo y se apresuró a terminar el poema que llevaba doce semanas escribiendo sobre la mesa con granos de café. Luego, a modo de despedida, musitó una respuesta plausible a la Conjetura de Hodge que nadie más que él oyó y se apeó del velero en marcha, alejándose a zancadas campo a través. Acababa de doblar la segunda esquina cuando un canto de sirenas le abanicó las orejas. Dirigió su telescopio hacia la última ventana del rascacielos más alto justo en el momento en el que una iguana rusa le dedicaba una insinuante caída de ojos. “Su pantalón ya está perfectamente lavado y planchado, señor”, leyó en sus labios. Pero él, que siempre había preferido la comodidad de las faldas escocesas, decidió dar media vuelta y cubrirse con la sábana hasta la nariz.

*

_ _ _ K _ _ _ _ (adjetivo masculino)

6 pensamientos en “K o Un día insólito

  1. Quise darme de baja del servicio de ADSL y después de muchas horas de conversación, faxes y correos electrónicos me aseguraron que el trámite se había completado. Pero al mes siguiente no sólo me cobraron el ADSL sino que también me habían dado de alta del servicio móvil premium, de cien canales adicionales de televisión (yo que sólo leo libros) y adquirido fibra óptica. Enfadado, decidí dejar de pagar. Me reía cada vez que me llegaban cartas amenazando con el corte del servicio, pero se me heló la sonrisa cuando el encabezado pasó a ser el de un prestigioso buffet de abogados y el importe de mi deuda parecía haber alcanzado las cinco cifras por no sé que historias del interés compuesto. Intenté reaccionar, pero fue demasiado tarde, vagué como un alma en pena de ventanilla a ventanilla, hablé con consumo, rellené interminables formularios pero no conseguí nada. Congelaron mis cuentas y mi nómina. No pude pagar la hipoteca y me echaron del piso. Todavía no sé cuanto debo a la compañía y al banco. Ahora me veo así, en la calle, harapiento y sucio como una cucaracha ¡yo que siempre iba como un pincel! Por eso apelo a su compasión ¿no tendría alguna monedita que darme?

    • Jajaja, ¡buenísimo, con referencia metamorfosera y todo! Y por muy kafkiano que sea, lo que asusta es que pueda estar basado en hechos reales…

      Por cierto, ¿conocéis este corto? Kafka se enfrenta a la escritura de «La metamorfosis»:

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