Aunque no suele ser habitual en ella, llega puntual al lugar acordado para desconcertar a su adversario. Él, siempre tan preciso, ha decidido retrasarse esta vez como venganza. Al encontrarse, se miran con fingida indiferencia y se dedican sendos monosílabos a modo de saludo. Él advierte que ella se ha arreglado más de lo acostumbrado, como si quisiera hacerle creer que está mejor que antes; ella nota que él viste más informal, como pretendiendo transmitir un aire despreocupado. Los dos habían ensayado en sus cabezas qué reprocharían al otro en cuanto se vieran, pero ahora ninguno sabe qué decir. Así que, sin más preámbulos, él le devuelve los libros que retenía en su piso. Mientras lo hace, recuerda la fotografía de los dos atrapada entre las páginas de esa novela que ella nunca terminó de leer, y que sigue ahí, como si él no la hubiese redescubierto al hacer limpieza. Entonces ella le da los vinilos que guardaba en su apartamento. Mientras lo hace, piensa en las marcas rojas con las que ambos subrayaban las mejores frases de sus canciones preferidas, y que siguen ahí, más intensas desde que ella, bolígrafo en mano, decidió escuchar los discos por última vez. Tras despedirse con un adiós algo inseguro, cada uno se vuelve por donde ha venido, luchando por no girarse a mirar atrás.
*
_ _ _ J _ (sustantivo masculino)
¿Canje?
¡Sí! La palabra entre líneas de esta semana es canje. :-)
¿Algún otro microcuento inspirado en esa palabra?
Cuando éramos pequeños, me engañaba al cambiar los cromos y se quedaba con los mejores. Sustituyó mi mejor pelota de reglamento por la suya, más vieja y ajada. De adolescentes siempre se quedaba a la más guapa y, cuando me enamoré de Lucía, fue él el que se casó con ella. Se fue llevando todos los ascensos en el trabajo, robándome sin pudor mis ideas y mi trabajo. Ya en la residencia de ancianos me cambiaba las pastillas con disimulo. Al verlo ahí, en el ataud, con esa sonrisa de condescendencia y de triunfo con la que me miró toda su vida, no puedo dejar de pensar que su envidia y ambición, esta vez, le habían llevado demasiado lejos.
¡Qué bueno, Palimp, me ha encantado! Muchas gracias por animarte a escribirlo. :-)