H o Compañeros de banco

No le apetece tener compañía, pero de todas formas sonríe al caballero que se ha sentado junto a ella en el banco. Deduce, por la mochilita rosa que sostiene entre las manos, que ha ido al parque con su nieta. Quizás la criatura en cuestión sea esa niña de trenzas pelirrojas que juega con el nieto de la mujer. Al principio, el recién llegado respeta su silencio; contempla, como ella, a los niños. Pero, impulsado por esa conciencia de misión familiar compartida, no tarda en dirigirle la palabra. La mujer continúa callada. Se limita a escuchar cómo su vecino, cada vez más confiado, detalla sus achaques de salud. Cuando el hombre asegura sufrir un molesto dolor de cabeza, ella se lleva la mano a la frente para tratar de mitigarlo. Poco después busca en su bolsillo un pañuelo bordado con el que aliviar, en su propia nariz, la congestión nasal que preocupa al caballero. Todo se precipita cuando la mujer empieza a notar como suyo el terrible calambre en la pierna que acaba de describirle su compañero. Entonces llama a su nieto y, casi arrastrándolo de la mano, se aleja del banco sin apenas despedirse del hombre. Teme que el calambre no le permita llegar a casa para meterse en la cama a incubar su catarro.

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H _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ (adjetivo femenino)

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