Lleva semanas esperando este día. Hoy seguirá el ritual, aunque las cosas sean diferentes este año. Bajará al mercado a por lo necesario para preparar su receta especial de aniversario. De regreso, comprará una rosa fresca para ella en la floristería de la esquina. Al llegar a casa, encenderá la radio; las voces de los tertulianos le harán compañía mientras cocina. Después pondrá la mesa para dos: mantel bordado, la vajilla de las grandes ocasiones y, en el centro, un jarrón con la rosa fresca. Finalmente, irá a cambiarse. Elegirá un traje oscuro y la corbata azul que ella le regaló por Navidad. Ante el espejo, la recordará diciéndole lo bien que le sienta ese color y notará que sus ojos miran hoy más tristes que nunca. Ya sentado a la mesa, abrirá la botella de vino. Llenará únicamente su copa. La alzará para brindar por ella, y no evitará que una lágrima ruede mejilla abajo.
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_ _ _ _ _ _ D (sustantivo femenino)
¿En qué palabra se inspira este cuento?
soledad?
ay qué triste, chus… :_(
¡Sí! La palabra es soledad. Tienes razón, esta semana me ha salido la vena melancólica… ¿Alguien nos da otra visión de la soledad en forma de microcuento?
A las 7:30 suena el despertador. Ejecuta con su marido la complicada coreografía que les permite realizar el aseo matutino en su diminuto baño. A las 8:30 deja a los niños en la escuela, entre gritos infantiles y las eternas quejas de las madres. Tras el atasco de todos los días, salpicado de bocinazos, a las 9:00 ya está tras el mostrador, atendiendo a los clientes. En su breve pausa para comer, de 13:45 a 14:15 escucha a sus compañeras hablar de lo último de la Esteban. A las 18:03, nada más salir del trabajo, le llama su madre al móvil y cuando por fin cuelga, a las 18:27, puede montarse en el ascensor -donde no hay cobertura- para bajar al parking y conducir de vuelta a casa a tiempo de preparar la cena a los niños. Pero a las 18:29 se para el ascensor entre dos pisos y tras pulsar repetidas veces el botón de alarma escucha una voz que le dice que no se preocupe, que hay un problema con la maquina, pero que en una hora -a lo sumo dos- la sacarán de allí. Mientras su espalda se apoya en la pared del ascensor, y se desliza hacia abajo hasta sentarse en el suelo, en su rostro, a las 18:36, se dibuja una enorme sonrisa.
Bue-ní-si-mo, palimp!
Hay momentos que apetece soledad, sí señor… :-)
Jajaja, estoy de acuerdo con sfer: ¡un cuento muy bueno, Palimp! Y sí, es verdad, hay veces que la soledad (deseada, no impuesta) sienta la mar de bien… ;-)
Intentó ser ermitaño alejado en las montañas, hasta que descubrió que se sentía una soledad más completa perdido entre las multitudes.
¡Genial aportación, Fernando! ¡Gracias! :-)
Buf. Qué nivel. Anonadada estoy…