El hada madrina resopló. Llevaba horas agitando su varita mágica, haciendo aparecer infinidad de vestidos para el baile, pero ninguno convencía a Cenicienta. Los encontraba demasiado feos o demasiado cortos, demasiado recatados o demasiado ceñidos. Las exigencias de aquella niña caprichosa agotaban su paciencia. Ni siquiera la princesa del guisante, famosa por sus remilgos, le había causado tantos problemas. Se acercaba la medianoche, y Cenicienta seguía despreciando vestido tras vestido: demasiado clásico, demasiado azul, demasiado… El hada madrina no pudo soportarlo más. Agitó su varita de nuevo y convirtió a la chica en una silenciosa calabaza. Entonces sonrió, aliviada y sin remordimientos.
*
Q _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ (adjetivo femenino)
¿De qué palabra estamos hablando?
¿Quisquillosa?
¡Correcto! La palabra entre líneas de esta semana es quisquillosa. ¿Os inspira algún microcuento?
Abrió los ojos visiblemente cuando se limpió la nariz con la manga. El ruido de las palomitas al masticarlas le hizo resoplar con una mezcla de furia y desesperación. Rechinaron sus dientes cuando sorbió con la pajita el fondo del vaso y, antes de salir del cine, ya sabía que había otro más en la lista que no pasaba las pruebas, y en esta ocasión ni la primera. Cada vez la cosa iba a peor. No obstante se fue sola directamente a su casa enfermizamente limpia y ordenada a pegar su foto en su álbum de pretendientes fallidos.
Mi mujer sigue igual de insoportable, por cada detalle arma un mar de dramas. ¡Y ahora ni siquiera puedo bajar sus estados de tensión haciéndole cosquillas! En mal momento le pedí a un genio sordo que le quitara lo quisquillosa.